viernes, 8 de enero de 2021

Crónica de "40. El Musical"

     La música siempre ha sido y será una gran aliada de los sentimientos. ¿Quién no se ha sentido alguna vez identificado con alguna canción en concreto que parece reflejar a la perfección el estado de ánimo o incluso tener el poder de hacerlo cambiar radicalmente? Ese es y debe ser el gran éxito de los musicales.             
   
   “40. El musical” nos sumerge en un mundo realista donde a los personajes, cuyas vidas y preocupaciones se entrelazan entre sí, les suceden problemas cotidianos con los que inmediatamente hacen al espectador sentirse identificado y, a su vez, amenizado con canciones conocidas por todos, unas escuchadas varios años atrás y otras más recientes, que ponen la guinda a este musical en clave de humor.

    El frio invernal del que nos hace gala este mes de enero de 2011, no impide que a poco más de una hora del comienzo, la gente se agolpe bajo las luces de la entrada del teatro Rialto Movistar en la calle “Gran Vía” de Madrid. Gran expectación a la espera de poder comprobar el por qué del éxito de este musical y decepción en los rostros de aquellas personas que veían como sus deseos se desvanecían al ver que las entradas estaban agotadas.

   Treinta minutos antes del espectáculo, las puertas del teatro se abren para dar paso a toda la gente que espera impaciente, deseosa de ver aquel espectáculo del cual han oído tanto hablar y que tantas ganas tenían de ver y escuchar.

   La sala interior nos transporta a lo que parece ser una macro discoteca, donde dj’s y focos luminosos amenizan la espera, sin olvidar una gran alfombra roja que, al pisarla, nos hace sentir como unos auténticos famosos. Ya ubicados en las entradas que nos conducen a nuestros respectivos asientos, las puertas al escenario nos dirigen directamente a un mundo mágico, lleno de música y color donde la gente parece entrar en un éxtasis máximo.

    Suenan los primeros acordes y el público ya está entregado. “Mondey, mondey”; “Go west”; “Cruz de navajas”… y así hasta una infinidad de temas que suenan en la obertura y con los que es difícil resistirse a tararear.

    Todo el público se entrega en cuerpo y alma con sus cantos, risas y aplausos, a la vez que entonan al unísono con los actores, las canciones más conocidas, las que forman parte de la banda sonora de nuestras vidas, aquellas canciones que alguna vez nos hicieron sentir y que nos traían recuerdos inolvidables. Y es que la música es parte fundamental en la narración del espectáculo; pero no es el todo, su historia también convence ya que, posiblemente, los hechos que se nos transmitían en el escenario podían ser conocidos por nosotros en nuestras propias vidas porque ¿quién no ha sufrido o conocido un desengaño y trío amoroso como le sucedió a los tres protagonistas principales? ¿quién no ha vivido una enfermedad de un familiar cercano como le ocurrió a los dos hermanos de la obra con respecto a su padre? o ¿no es normal que se trate el tema de la homosexualidad, tan de moda en la televisión, ya que es raro no ver en alguna serie este sentimiento de amor entre dos personas del mismo sexo? En fin, una obra que nos muestra el realismo de la sociedad en la que vivimos ya que es difícil no escuchar a alguien hablar sobre alguno de estos temas.

    “El musical está lleno de momentos intensos”, “para el espectador será difícil elegir un momento preferido de la obra porque la variedad es abundante”, estas palabras del director Mikel Fernández se confirman desde el abrumador inicio con el “Bienvenidos” de Miguel Ríos hasta la emotiva y estremecedora “Siete Vidas” de Antonio Flores. Además, hay un sinfín de temas más que dan vida a este musical como “Corazón partío” de Alejandro Sanz o el archiconocido “Besos” de El Canto del Loco. Y todo ello sin olvidar el partido cómico que se consigue sacar a temas de Miguel Bosé (“Amante Bandido”) o Camilo Sesto (“Vivir así es morir de amor”). Y, cómo no, hacer una mención especial a un gran elenco de artistas que hacen a la perfección su función de actores, cantantes y bailarines dotando de gran brillantez y realismo a la obra.

    Los aplausos y vítores durante el acto final confirman el éxito; la gente refleja en sus rostros esa sonrisa de satisfacción de ver algo bien hecho, de buen gusto. Salir de aquel teatro, nuevamente al frio de la noche, pero con esa sensación de querer más, de ver como la música remueve el alma de la gente, merece la pena. Es más que satisfactorio poder confirmarme a mí mismo que la música mueve masas.

     Elaboración propia


2 comentarios:

  1. Es una pasada!!!

    Recomendadissisisisimoo!

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  2. fenomenal y lo mejor que fui el dia del estreno me gusto mucho VIVA PABLO PUYOL

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